Casi una oración (dos madres del siglo XI antes de Cristo)

Perdí la cuenta de los años que tengo. De qué me sirve saberlo. Me queda, al menos, un poco de memoria y una voz, dentro de mi oído, que me dice quién soy. Los recuerdos que viajan por mi cabeza, a veces se escapan y saltan a las paredes de esta habitación que me envuelve. Quieren huir, pero no existen ventanas o puertas por las que puedan escapar. “Vivo en un cuerpo sin ventanas”, alguien me dijo una vez. La vida es una caja de sorpresas. Estoy sola. Mis hijos ya se fueron. Los perdí en alguna de las tantas guerras que un día se estudiarán en los libros de historia. Claro que sufro. Sufro como todas las madres. ¡Como todas!  

Sufres en la misma medida que sufro yo. Sufrimos las dos. El mundo es un abismo. Los dioses nos inundaron de odio, la tierra nos castigó y nosotros creamos fronteras. Siempre quise pensar que los humanos éramos buenos, compasivos, fraternales… y si no todos, al menos un buen porcentaje. ¿Qué parte de las escrituras no supimos entender? ¿Qué interpretamos mal? ¿O he sido yo quién no las ha entendido? Me negaba a pensar que apenas Lot se pudiese salvar. Ah, Sodoma y Gomorra, ¡qué inocentes erais! Dicen que en la época de Matusalén se vivía más de mil años. ¿De que sirve?, pregunto.

Me sangran las manos, pienso en todos los que me antecedieron y me duelen las entrañas. Pienso en los que me sucederán y me tiemblan los huesos. ¿Serán mejores? ¿Habrán aprendido de nuestros errores? Inocencia la mía, si nosotros no conseguimos aprender, ¿por qué deberían hacerlo ellos?, en el caso, claro está, de que les dejemos la oportunidad de algún futuro. No sé a qué Dios rezar. Les rezo a todos… y la mayor parte de los días a ninguno. Vivo en una ciudad en la que, sin ser sagrada, abundan los edificios dedicados a la oración… y a la discordia. ¿Cuál de todos esos dioses será el verdaderamente único y verdadero? ¿Tal vez Don dinero, el poderoso caballero…?

Veo como mi carne se desvanece. ¿Lo ves tú? Me estoy deshumanizando. ¿Cómo despertaré mañana? A veces, cuando la luz atraviesa la cortina de la tienda, temo abrir los ojos. Toco mi cuerpo para ver si me reconozco, para ver si no hubo ninguna mudanza extrema durante la noche, para ver si continúo aquí…Después abro los párpados y observo que todo continúa igual. Ayer soñé que todos los humanos nos habíamos transformado en mosquitos. Yo era un Aedes Aegypti, chupadora de sangre y transmisora de enfermedades. Preferiría ser una mariposa monarca, pero, de no poder serlo, hasta una cucaracha hubiera sido mejor. ¡Quién vendrá a recogerme cuándo me deshaga!

Aún estoy aquí; aún siento miedo; aún me duele la nostalgia de saber que nunca más los volveré a abrazar. Ni abrazar, ni reñir, ni… ¡Tan solo querían vivir! Escucho el llanto de mis vecinos. Estamos tan cerca… tan lejos. ¿Me escucharán ellos? ¿Oirán ellos mi llanto?

Nos encontramos en el centro del laberinto. Las dos oramos. Las dos lloramos. Las dos somos madres. Somos hijas de un mismo padre… nunca entendí demasiado bien la historia de Caín y Abel.

Epílogo:  

– Padre nuestro, tú que cuidas de nuestras plantaciones de trigo, olivo y vid, devuélvenos a nuestros hijos, y ayúdanos a vivir en paz. 

– Padre nuestro, tú que cuidas de nuestros rebaños y nos condujiste hasta la tierra prometida, devuélvenos a nuestros hijos, y ayúdanos a vivir en paz.

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2 respuestas a Casi una oración (dos madres del siglo XI antes de Cristo)

  1. azurea20 dijo:

    Conmovedor texto. Una oración para el mundo de hoy. Paz.

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